mayo 22, 2025

opinión

Desde el Congreso rechazan propuesta de ‘fast track’ del presidente Petro

Después de que el presidente Gustavo Petro anunciara que le plantearía al Congreso colombiano y a las altas cortes la posibilidad de implementar una especie de ‘fast track’ para acelerar la aprobación de las reformas, la iniciativa generó diversas opiniones entre los legisladores, especialmente, afirmando que dicha propuesta no sería viable. Entre las opiniones, se encuentra la del senador Miguel Uribe, quien dijo que “el ‘fast track’ que propone Gustavo Petro es un golpe al estado de derecho, una amenaza a la democracia y un intento más por quedarse en el poder. Al presidente hay que insistirle que el fin no justifica los medios”. El senador Carlos Motoa aseguró que el país requiere un Gobierno que ejecute y que ponga en marcha los proyectos que necesita el país y no más reformas aprobadas en tiempo récord. “El Estado colombiano no requiere más normas al respecto, ni mucho menos reformar la carta política mediante la figura del ‘fast track’, ese mecanismo excepcional se implementó en el año 2016 y cumplió con su objetivo en su momento”.  Y el representante Juan Espinal expreso que “No se puede permitir un trámite relámpago para una reforma a la justicia, una ley de servicios públicos o su constituyente, que seguramente para eso es que quiere utilizar el ‘fast track’, para la constituyente y para su reelección”.

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Nuestra crítica al neoliberalismo radica justamente en que ha sedimentado una sociedad altamente egoísta. Más que un modelo económico, el neoliberalismo es un modelo antropológico. Una sociedad de mercado, crea solo hombres de y para el mercado.

Retos de nuestro próximo gobierno

Nuestra crítica al neoliberalismo radica justamente en que ha sedimentado una sociedad altamente egoísta. Más que un modelo económico, el neoliberalismo es un modelo antropológico. Una sociedad de mercado, crea solo hombres de y para el mercado. David Racero Mayorca Representante a la Cámara por Bogotá Pacto Histórico El gobierno Petro, primero del Pacto Histórico, será de transición. Así lo ha dicho el propio Presidente electo y así lo asumimos quienes lo acompañamos. Ser de transición no es diferente sino ser un gobierno que se compromete a trazar una hoja de ruta para un proceso de cambio que implica más allá de 4 años. Una hoja de ruta que empezará por cambiar elementos fundamentales del Estado y de la sociedad, pero que es consciente de que no todos los cambios se realizarán al tiempo. Es más, que no deben ocurrir al tiempo, aunque quisiéramos. El verdadero cambio de la sociedad conlleva un largo periodo temporal, a lo mejor una generación o más. Es imposible determinarlo (ni decretarlo). No se trata solo de reconstruir ciertas instituciones, de crear leyes, de modificar el modelo económico, de garantizar derechos inconclusos, o es más, de construir nuevas relaciones de poder que favorezcan a la mayoría. El cambio, para nosotros, es algo más perenne e intangible: es el surgimiento de un hombre y una mujer nuevos. Todo lo que hagamos solo tiene sentido si somos capaces de transitar hacia una forma de ser en el mundo; de vivir con los otros, de relacionarnos con nosotros mismos y con la naturaleza. Sociedades diferentes conllevan hombres y mujeres diferentes. El horizonte político del “hombre nuevo” pertenece a cierta tradición de la izquierda latinoamericana que aún seguimos reivindicando; y tiene como principio, algo aparentemente elemental, pero profundamente humanista (y hasta cristiano), que se resume en una sentencia: pasar de seres humanos cuyo motor personal y social es el egoísmo a seres humanos en los que impere la solidaridad, la empatía y el amor. Nuestra crítica al neoliberalismo radica justamente en que ha sedimentado una sociedad altamente egoísta. Más que un modelo económico, el neoliberalismo es un modelo antropológico. Una sociedad de mercado, crea solo hombres de y para el mercado. Por eso, cuando hablamos de posneoliberalismo, no pretendemos negar que en nuestra humanidad haya egoísmo, sino que creemos profundamente en que es posible construir otra sociedad en la que nos organicemos de tal manera que podamos sacar lo mejor de nosotros como humanos, ofreciéndonos a los demás. Superar el capitalismo solo será posible si como especie eliminamos el egoísmo hacia el otro y hacia la naturaleza. Largo camino por recorrer, ¿cierto? Hoy, por lo pronto, empezamos planteándonos la siguiente pregunta: ¿cuáles son los retos inmediatos que tenemos en este gobierno de transición? De manera esquemática presento algunas ideas, varias de ellas inspiradas en un referente que invito a tener muy en cuenta para el proceso que se nos viene, el expresidente de Bolivia, Álvaro García Linera. No cambiar todo al tiempo: no vamos a cambiar todo de inmediato, no solo porque 4 años son un tiempo limitado, sobre todo por un asunto estratégico. Debemos librar batallas que el pueblo está dispuesto a asumir. Una vez ganadas, la acumulación de esperanzas nos permite avanzar en las siguientes batallas. Recordemos que, si bien ganamos la presidencia, fue por un margen pequeño respecto a Rodolfo Hernández. Por eso debemos mostrar que también podemos hacernos cargo de sus expectativas. Esto pasa por atomizar a los más radicales, la derecha más radical (que seguro se aislarán ellos mismos); pero integrar a millones de colombianos, casi la mitad, que no nos votaron. El primer año debemos mostrar que nuestras acciones son para la mayoría. Así generamos confianza, para seguir avanzando. Un juego de ajedrez en el que se van ganando posiciones, cada vez más, una y otra vez, hasta ocupar el tablero. El primer año es el más favorable, pues la expectativa está a nuestro favor. Cambiar y estabilizar. Gobernar significa poner orden. Generar procesos de estabilización y de seguridad. Por más proceso revolucionario que ocurra, la gran paradoja de todo cambio es que debe poner orden y tranquilidad. Un reto importante de Gustavo Petro, por ejemplo, es generar orden en las finanzas públicas. No solo para que no se roben los recursos sino para disminuir el déficit fiscal que nos deja el gobierno saliente. Gobierno de transformación, no de gestión: no vinimos a “administrar” sino a cambiar. El presidente no es un gerente de empresa. A diferencia del gerente, la preocupación del presidente es garantizar derechos, no generar utilidad. Y los derechos cuestan. Por eso la necesidad de transformar un Estado que no se ha adecuado para cumplir su propósito, sino por el contrario, se modificó para generar renta a unos pocos. Claro que debemos generar una ruta sostenible, pero con qué objetivo. No queremos solo un indicador frío del PIB creciendo, sino bienestar concreto en la población. Facilitar la agrupación comunitaria: Como no queremos ser flor de primavera, la única posibilidad que tenemos de perdurabilidad es si la gente se apropia del proceso de cambio. No solo para defender el gobierno, sino para darle continuidad. Sin poder popular, no hay futuro. El poder popular implica tres cosas fundamentales: 1) Organización social para poner en la agenda de política pública sus demandas. 2) Sedimentar nuevos sentidos comunes en la población en la que se naturalicen y se apropien, como algo evidente, los cambios que se materialicen. Interiorizar como sentido común es que la sociedad asuma que los logros democráticos que se hagan, no deben ser cambiados, aun si perdemos el gobierno en 4 años. Esto es lo que Errejón habla de “irreversibilidad del cambio”. 3) Toma de decisiones directas en la agenda pública. La democracia no es solo 4 años en elecciones, sino la posibilidad concreta y real de que la gente pueda decidir en asuntos importantes de la política pública. Alertas con las inercias y los poderes conservadores que se resistirán: tener presente que siempre se levantarán contrapoderes que intentarán detener,

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“Fue el representante liberal, Juan Carlos Losada, quien corrió el biombo e hizo pública la subrepticia adhesión del expresidente Gaviria. En un acto de valentía –actitud que le caracteriza– contó que el césar había negociado con Hernández y que para ello había tenido el beneplácito de algunos alcahuetes”.

Jugando a las escondidas con Gaviria

“Fue el representante liberal, Juan Carlos Losada, quien corrió el biombo e hizo pública la subrepticia adhesión del expresidente Gaviria. En un acto de valentía –actitud que le caracteriza– contó que el césar había negociado con Hernández y que para ello había tenido el beneplácito de algunos alcahuetes”. Germán Navas TaleroRepresentante a la CámaraPartido Polo Democrático Nuestros lectores habrán jugado, alguna vez en su vida, a las escondidas. Si lo han hecho, recordarán que no se desarrolla en equipo, pero para sorpresa nuestra, la semana pasada asistimos al primer juego de escondidas en parejas. Sus jugadores fueron el presidente del Partido Liberal, César Gaviria, y el representante Víctor Ortiz. Resulta que el césar –o sea Gaviria– decidió escondérsele a su partido y salir corriendo a Bucaramanga o a Miami para apoyar al candidato Rodolfo Hernández. Dicha alianza no fue consultada con la bancada de congresistas liberales ni con la militancia, por el contrario, se dio por debajo de la mesa y con una expectativa de privacidad entre las partes. No deja de causar gracia que quien funge como director de una colectividad política –la que comporta necesariamente una organización jerárquica– se vea en la necesidad de esconderse de sus dirigidos. Eso es tan gracioso como penoso. Fue el representante liberal, Juan Carlos Losada, quien corrió el biombo e hizo pública la subrepticia adhesión del expresidente Gaviria. En un acto de valentía –actitud que le caracteriza– contó que el césar había negociado con Hernández y que para ello había tenido el beneplácito de algunos alcahuetes. Por su parte “RH” le habría dado el sí a Gaviria, pero como amante tinieblo, no se lo contaría a nadie. La versión de Losada fue corroborada por el último liberal del Tolima, el representante Ángel María Gaitán, quien ante los micrófonos del Salón Elíptico denunció la traición del césar de Risaralda a los liberales de Colombia. No faltó aquel que como camello de elásticas cervices –citando al maestro Guillermo Valencia– terminó inclinándose ante aquel guía que con un pequeño palito convence a un dócil gigante. Ese fue el papel que desempeñó el vocero del liberalismo en la Cámara, Víctor Manuel Ortiz Joya, quien como sordo en el desierto no oyó y ciego se quedó y tampoco vio. Antes se decía que cuando la ropa no era fina y la enviaban a la lavandería, esta se encogía y se desteñía. A los liberales gaviristas les pasó exactamente eso, se encogieron y se destiñeron. Aplauso merecen los liberales que no se le arrodillaron a Gaviria, como Guillermo Rivera, Juan Carlos Losada y Ángel María Gaitán, entre otros. Continuando con la hecatombe liberal, bueno es ver que el cristo termina buscando al diablo. No hacemos referencia al diablo de Papini, sino a aquel demonio malo, pecaminoso, merecedor del infierno y que en opinión de muchos sectores reaccionarios toma forma humana en nuestro amigo Gustavo Petro. Hace unos días y al ver que el ablandado excandidato Sergio Fajardo quedó con menos seguidores que Goyeneche en su época, el señor Juan Fernando Cristo Bustos decidió buscar al candidato del Pacto Histórico y posteriormente anunciar su respaldo a esta propuesta. Dicho de otra forma, Cristo se le pegó al diablo. Pasando a algo que nos toca personalmente, fueron lindas las palabras que pronunció Katherine Miranda en la imposición de la Orden de la Democracia Simón Bolívar, que hizo las veces de despedida de Germán en el Congreso. De recordación son también las de Margarita Restrepo, María José Pizarro, César Lorduy, Inti Asprilla, John Jairo Hoyos, Juan Carlos Losada, Edward Rodríguez, Jorge Gómez, Juan Carlos Wills, Jorge Mantilla, Luis Alberto Albán, Carlos Eduardo Acosta y Jennifer Arias. Nos conmovió profundamente este homenaje que le hicieron los representantes al trabajo de uno de los suyos. Igual opinión tenemos de la condecoración dada al autor mayor de esta columna en el Senado de la República, foro en el que se pronunciaron los senadores Alexander López, Paloma Valencia, Angélica Lozano, Sandra Ramírez, Iván Cepeda y Aída Avella, entre otros. A todos ellos, nuestro más sentido agradecimiento. Cambiando de tema. En la conmemoración del Día de Rusia el señor embajador Nikolay Tavdumadze tuvo bonitas palabras para con Colombia y desmintió que su país en algún momento estuviese interesado en interferir en el proceso electoral. Hay que ver cómo discurrieron las elecciones legislativas de marzo y la primera vuelta presidencial en mayo sin hechos que alteraran la seguridad, integridad e independencia de los comicios. Quedan entonces desvirtuadas las acusaciones que en meses anteriores hiciera el ministro Molano contra el Estado ruso y su representación diplomática en Colombia. Para terminar, hay un proyecto de ley en trámite y que busca aumentar la inversión en servicios de salud mental para los colombianos, pues en opinión de sus autores ese es uno de los mayores desafíos que enfrenta nuestra sociedad. Tendemos a estar de acuerdo con ellos y, conversando con personas sobre el asunto, algunos nos decían que un estado mental deteriorado corresponde a la mala alimentación, otros aducen que es un problema de herencia genética y unos lo atribuyen a los efectos de los pésimos gobiernos que hemos tenido. El domingo sabremos si los colombianos están tan locos como para elegir a “RH” para que ocupe el solio de Bolívar. Plop de Condorito: el exsuperintendente de salud, Gustavo Morales Cobo, quien se reconoce a sí mismo como “radical fanático del libre mercado y del sector privado”, anunció su voto por Gustavo Petro en un hilo de Twitter del que reproducimos un aparte: “Así que, en defensa de la Constitución de 1991, de la majestad de la jefatura del Estado y en rechazo de la celebración de la incultura y la chabacanería en la primera magistratura, votaré por el Pacto Histórico”. Los invitamos a leer su cantada de voto dando clic acá. Coletilla a cargo de nuestro asiduo lector, Ernesto Samper Pizano: “Como en la novela de Rulfo, Pedro Páramo, César Gaviria anda con el cadáver del Partido Liberal entre un costal, ofreciéndolo a quien quiera recibirlo. Se lo

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Punto de inflexión

“Es igualmente importante que las decisiones que impactan la salud pública se tomen de cara a la ciudadanía para que la misma pueda ejercer una veeduría responsable” En este orden de ideas, es igualmente impor­tante que las decisiones que impactan la salud pública se tomen de cara a la ciudadanía para que la misma pueda ejercer una veeduría res­ponsable. Estamos ad portas de una negocia­ción que podría definir la próxima década del país. Negociación de la que la opinión pública se percató luego del anuncio del Ministerio de salud sobre un par de acuerdos de confidencia­lidad con gigantescas farmacéuticas. La proactividad del Ministro Ruiz es es­peranzadora, pero no se pueden obviar las recurrentes prácticas corporatocráticas que orientan las políticas públicas en Colombia, por eso aprovecho para pedir públicamente la inclusión del defensor del Pueblo, socieda­des científicas, delegados de organizaciones de trabajadores de la salud, universidades y delegado/as del Congreso de la República como garantes de la negociación y de los de­rechos de la ciudadanía. El repunte de los contagios que hemos vivido en los días recientes ha dejado un nuevo llamado de atención a la ciudadanía, a los funcionarios públicos y nues­tra responsabilidad frente al futuro de todas las colombianas y colombianos. No obstante, el alarmante escenario no nos da licencia para que el fin justifique los medios. Cualquier de­terminación, estrategia o medida que se tome en función de la pandemia debe responder a la garantía de los derechos y el respeto por las li­bertades ciudadanas. Por tal razón, es problemático que se intente atender condiciones que son fruto del debilita­miento histórico del sistema de seguridad social en salud y de la falta de promoción de hábitos saludables junto con estrategias de prevención de enfermedades, con medidas coercitivas. El contrato social que ya sostenemos obliga al Estado a garantizar esa seguridad de la que hoy se responsabiliza a los pacientes de enfer­medades crónicas no transmisibles. Y es aún más lamentable que este escenario sea habitual en lo que a los deberes del Estado se refiere. No me cansaré de insistir en el fortalecimiento de nuestro sistema de salud basados en la pro­moción y la prevención, que nos permitirá to­lerar los embates de la pandemia y vislumbrar más pronto que tarde el punto de inflexión en la curva de contagios. Sin mencionar que a mediano y largo plazo podrá alivianar los altos costos de la prestación del servicio en el país. En este orden de ideas, es igualmente impor­tante que las decisiones que impactan la salud pública se tomen de cara a la ciudadanía para que la misma pueda ejercer una veeduría res­ponsable. Estamos ad portas de una negocia­ción que podría definir la próxima década del país. Negociación de la que la opinión pública se percató luego del anuncio del Ministerio de salud sobre un par de acuerdos de confidencia­lidad con gigantescas farmacéuticas. La proactividad del Ministro Ruiz es es­peranzadora, pero no se pueden obviar las recurrentes prácticas corporatocráticas que orientan las políticas públicas en Colombia, por eso aprovecho para pedir públicamente la inclusión del defensor del Pueblo, socieda­des científicas, delegados de organizaciones de trabajadores de la salud, universidades y delegado/as del Congreso de la República como garantes de la negociación y de los de­rechos de la ciudadanía. Si en esta negociación hay recursos públi­cos, y los hay, deben respetarse los principios de publicidad y de transparencia. Este pro­ceso determinante no puede convertirse en una nueva excusa para desplegar un paquete de medidas regresivas que castigan a la clase media. Pese a que por estos días el panorama no es alentador, el compromiso ciudadano y la acción responsable de los funcionarios pú­blicos pronto darán sus frutos. Pronto llegare­mos al punto de inflexión y las decisiones que allí tomemos podrán facilitar la transición ha­cia la pospandemia. Por ahora mantengamos los cuidados y antepongamos el bien común. El tiempo nos recompensará.

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