Por, Amylkar D. Acosta M.
Miembro de Número de la ACCE
Advertidos del escaso margen de maniobra que tiene el Gobierno en materia del gasto público y de la inflexibilidad de este, se precisa y es lo más aconsejable explorar fuentes de mayores ingresos que soporten el mismo, con una característica fundamental, que sean sostenibles en el tiempo. Ya advertimos de las limitaciones y falencias observadas en el Estatuto tributario y en la gestión del mismo, las que deben superarse para optimizar el recaudo. Hay que partir de la base de que Colombia hace parte de los países de Latinoamérica que, como lo afirma el Jefe de servicios de A. L. en el Centro de Desarrollo de la OCDE Ángel Melguizo, en donde “los precios de las materias primas siguen siendo un motor importante para las tendencias de los ingresos fiscales”.
Las cifras no mienten: según el Presidente de la Asociación Colombiana de Petróleos Francisco Lloreda, sólo en impuestos entre 2005 y 2015 la industria petrolera pagó $200 billones y se estima que para el 2018, superado el bache de la crisis de los tres años anteriores, girará entre $10 y $13 billones entre impuestos y regalías, a lo cual se suman $3.3 billones más que acaba de recibir en dividendos de Ecopetrol.
Si bien es cierto, el país no se puede resignar a seguir dependiendo sólo de la industria extractiva, máxime cuando estamos atravesando por una transición energética en donde los recursos fósiles (petróleo y carbón, especialmente) irán perdiendo mercado, ello tomará tiempo, el suficiente para que nos preparemos, sin precipitarnos a dar un salto al vacío. Hay que saber aprovechar los recursos naturales no renovables que poseemos para impulsar el desarrollo, pero no nos podemos quedar en el impulso. A este respecto, es obvio que el camino correcto es el de la diversificación de la economía, abriéndole espacio al sector agropecuario y al turismo, a la producción con mayor valor agregado y sofisticación, pero eso no se va a dar de la noche a la mañana.
A este propósito, en Colombia estamos con la fiebre en 40 con el auge de la producción de aguacates hass con destino a la exportación, alcanzando el año pasado las 78.000 toneladas y estimándose que para este año se puedan recibir en divisas US $60 millones por ventas en el exterior. Pero, como dijo, no se sabe si fue el rey Fernando VII o Napoleón Bonaparte, “vísteme despacio que estoy de prisa”.
“Hay que saber aprovechar los recursos naturales no renovables que poseemos para impulsar el desarrollo, pero no nos podemos quedar en el impulso.”
Mauricio Cabrera, experto en economía, nos lo ilustra muy bien: si Colombia, de un momento a otro, se convirtiera en el mayor exportador de piña en el mundo, que hoy lo es Costa Rica, recibiría US $850 millones; en el segundo exportador de aguacate, que hoy es Perú, recibiría US $558 millones y además, una potencia internacional de exportación de frutas como Chile, recibiendo US $438 millones, “estos tres renglones sumados representarían US $1.846 millones, menos del 10% de los US $25.000 millones que ha dejado de recibir por la caída de los precios y la producción de hidrocarburos”. Y, cuánto tiempo le tomó a Costa Rica, Perú y Chile capturar dichos mercados y tener el posicionamiento que hoy tienen en los mismos. Como dice el adagio popular, ¡más vale pájaro en mano que cien volando!
Dicho esto, como ya lo hemos propuesto, el país amerita una verdadera reforma estructural del sistema impositivo, para que este cumpla con lo preceptuado en la Constitución Política, que sea equitativo, eficiente, y progresivo. Para emparejar las cargas se requiere revisar y replantear la proliferación de beneficios tributarios. Según el empresario y columnista Mauricio Botero Caicedo, de acuerdo con “cifras oficiales, el recaudo de impuestos en 2016 fue de $123.7 billones, las exenciones $72.3 billones, 58.5% del recaudo total. En plata blanca, el eliminar la totalidad de las exenciones permitiría bajar los tributos en cerca del 60%, sin que se disminuyan los recaudos”. Esta idea les debería sonar a quienes vienen proponiendo bajarle los impuestos a las empresas, no obstante que, como lo afirma el decano de Economía de la Universidad Nacional, Edgar Bejarano: “no hay garantía de que bajar impuestos reactiva la economía y genera otras fuentes de ingresos”, como lo sugieren quienes lo impulsan.