“De ser aprobado el proyecto, en adelante se sancionará con pena de prisión a quien realice tocamientos indebidos, exhibicionismo de contenido sexual explícito o a quien asedie verbal o físicamente con intenciones sexuales en espacios públicos o semipúblicos”
Desde siempre he sentido miedo de caminar por un andén donde haya un grupo de hombres. Siento nervios, siento como un vacío en el estómago, me aferro a mi bolso como el último refugio; pienso cómo evitarlo, planeo no reaccionar porque puede ser peor, simplemente pasar y ya. Las palabras son tan peligrosas y tan violentas, a veces, que arrinconan y dañan para siempre. Son palabras que jamás se las lleva el viento. Y, ¡qué decir! Del terror que produce cuando se acercan, te tocan, se exhiben. Las mujeres, sobre todo, somos muy vulnerables en la calle, en un bus, en el parque, en un bar.
La Universidad de Cornell, una de las más importantes en el mundo, realizó una encuesta sobre el tema, mostrando que el 84% de las mujeres han experimentado acoso callejero antes de los 17 años, el 82% toman otra ruta diferente después de sufrir este acoso, el 71% reportan que las han seguido y la mayoría de las mujeres transexuales han sido acosadas por su identidad de género. En nuestro ámbito, por ejemplo, si hoy una usuaria de TransMilenio tiene que soportar que un hombre restriegue sus genitales contra su hombro y decide denunciarlo, se va a encontrar con un gran vacío legal. Por esto, pensando en situaciones tan cotidianas y agresivas, he radicado un proyecto de ley junto con la mayoría de las congresistas para tipificar conductas de acoso sexual en el espacio público.
Con la tipificación del delito de acoso sexual en espacio público pretendemos llenar el vacío jurídico o la confusión que se genera con la comisión de estos actos debido a los delgados límites jurídicos entre los delitos de acto sexual abusivo, acto sexual violento, acoso sexual, hostigamientos e injuria de hecho. Por ejemplo, cuando en el espacio público, alguien le toca la nalga a una niña menor de 14 años se podría imputar el delito de acto sexual abusivo, pero si la víctima es mayor de 14 años estaríamos frente a la impresentable situación de escoger entre un acto sexual violento o injuria de hecho: un mismo hecho con tres opciones jurídicas de imputación distintas, eso sin contar el delito de acoso sexual, que ocurre cuando hay una relación de subordinación entre victimario y víctima.
Estoy convencida que esta situación puede conllevar a errores en la imputación del delito por parte del ente investigador, lo que llevaría a la revictimización del afectado, nulidades en el proceso, y en el peor de los casos, impunidad. En Bogotá, a diario, sabemos de roces de partes íntimas, exhibicionismo y masturbación en TransMilenio; lo que ha suscitado algunos proyectos de acuerdo en el Concejo Distrital como buses rosados solo para mujeres o botones de pánico para alertar cuando una situación de esas se presenta. Sin embargo, las historias continúan y el control ha sido precario, una de las causas es que no existe tipificado el delito de acoso sexual en trasporte público.
En Colombia, según las encuestas, las mujeres no se sienten seguras en las ciudades, ni en sus espacios públicos. La tendencia mundial nos muestra que una vez tipificado el delito las víctimas tienen herramientas jurídicas para buscar justicia. La ausencia de denuncia y de impunidad es tan alta que necesitamos un cambio cultural para eliminar el acoso sexual de las calles, se ha podido observar que muchas mujeres en el mundo han sufrido y padecido esta conducta, por eso es importante dar el paso que ya han dado otros países de tipificar un delito autónomo con un ingrediente pedagógico y que, estos actos y conductas, sean erradicados.
Adicionalmente, ONU–Mujeres ha planteado la iniciativa Ciudades Seguras para implementar estrategias eficaces para abordar el acoso sexual y otras formas de violencia sexual que ocurren contra mujeres y niñas en los espacios públicos.
Una de las fallas para que las ciudades colombianas cumplan con lo establecido en la estrategia de ONU-Mujeres, es que no tienen el soporte jurídico nacional a diferencia de otros países como Perú, Chile, Costa Rica, Panamá y casi todas las naciones europeas, que han aprobado la tipificación del delito de acoso sexual en el espacio público, ayudando a los cambios necesarios de esta cultura machista tan arraigada. De ser aprobado el proyecto, en adelante se sancionará con pena de prisión a quien realice tocamientos indebidos, exhibicionismo de contenido sexual explícito o a quien asedie verbal o físicamente con intenciones sexuales en espacios públicos o semipúblicos.
No es posible que en Colombia las mujeres tengan que someterse, cotidianamente, al acoso sexual. Ya es tiempo de castigar el acoso callejero. Merecemos ciudades, espacios y entornos seguros.
Katherine Miranda Peña
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