Con motivo de cumplirse los 25 años de la revista El Congreso, publicaremos una serie de columnas de opinión como registro histórico sobre temas políticos y del acontecer nacional, que ayudaron a enriquecer el contenido de nuestro medio de comunicación en sus inicios.
Jorge Enrique Sánchez
Mucho se ha hablado de la paz estos días. Cuando el gobierno de Ernesto Samper se ha propuesto realizar unos acuerdos con los alzados en armas, en medio de una tira y encoge, que lo único que ha hecho hasta ahora, es crear incertidumbre y desasosiego entre los colombianos.
Con simple lógica podemos decir que la paz no se logra solamente por meros acuerdos entre gobierno y guerrilla; no puede haber paz entre explotados y explotadores, entre opresores y oprimidos. Por lo anterior nos preguntamos, si puede haber paz, cuando se limita el derecho al trabajo, cuando los días mueren niños por desnutrición, por la misma causa, aumenta la morbilidad entre la población.
Esta maraña de cuentos alrededor de los políticos tratados de paz, merecen un mejor análisis, teniendo en cuenta profundizar en las causas de la violencia, dejando a un lado los argumentos falaces.
Una guerra de casi medio siglo, con grupos armados de distintos matices ideológicos y estratégicos, ha dejado insondable huella, acrecentándose cada día más por los problemas sociales y económicos. Ya lo dijo un destacado sociólogo: “El hombre no es un animal violento, sino que lo convierten en violento las circunstancias sociales y culturales”; de allí que solamente en la medida que se le dé la oportunidad a los colombianos para que ejerciten sus potenciales de acción y satisfacción, se atrofiarán en la apatía y el resentimiento de un pasado.
Los actuales tratados de paz, lo único que conllevan es un cese al fuego; pero si se dá, ¿Cuánto durará? ¿Existe sinceridad por parte de os alzados en armas de acabar definitivamente con sus acciones? O será que ¿desean utilizar los acuerdos para fines estratégicos y fortalecerse, tanto militar como territorialmente?
Los ingentes esfuerzos hechos por el gobierno, no se pueden negar; lo que sí debemos preguntarnos es si lo están haciendo concienzuda y acertadamente, teniendo en cuenta los análisis de juicio, sociales y económicos para exista una verdadera paz.
La falta de profundidad, ha sido la gran demora para que los acuerdos de paz se queden entre el tintero, y los dos antagonistas se den el lujo de jugar e incumplir con la verdad. Tan así es que la guerrilla va a los diálogos de paz, cuando a espaldas y a traición está matando campesinos, soldados, y la esperanza de vivir de los huérfanos y las viudas.
De otra parte, el gobierno, mientras gasta tiempo y dinero en el famoso proceso de paz, se olvida de las verdaderas soluciones sociales para que mengüe la violencia; por ello, la búsqueda de la paz se está convirtiendo en anacrónica y en su sofisma, estandarte desafortunadamente, de los partidos y movimientos políticos con fines electorales.
Tomado de la revista El Congreso, edición No 16, 1997.