Sacudir la indiferencia

Ángela María Robledo Representante a la Cámara, Colombia Humana   Cuidar la vida, bien sagrado de la humanidad, es un trabajo valorado en algunas sociedades que deciden económica y políticamente para preservarla y avanzar, mientras que en nuestro país aún persisten paradigmas que estigmatizan la labor del cuidado y marginan a las cuidadoras, las trabajadoras domésticas. Pero, ellas resisten y luchan para enfrentar creencias legitimadoras de la explotación y de las violencias a las que son sometidas, como lo enseñan las mujeres de  la Unión de Trabajadoras Afrodescendientes del Servicio Doméstico, (USTRASD), que con el acompañamiento de la Escuela Nacional Sindical (ENS) impulsan la reivindicación de sus derechos y su empoderamiento, promoviendo políticas públicas hacia la implementación del Convenio sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos, 189 de la OIT, Organización Internacional del Trabajo. Esta organización sindical, liderada y conformada por mujeres -siendo un ejemplo nacional, donde la mayoría de los representantes de las trabajadoras y los trabajadores son hombres- realizó en Medellín el II Encuentro Nacional de Trabajo Doméstico, denominado “Sacudir la Indiferencia”, con el propósito de analizar el cumplimiento del Convenio 189 de la OIT, además de presentar los resultados de la investigación basada en estudios de caso en Urabá, Cartagena y cuatro de sus comunidades rurales, y Medellín:   El trabajo doméstico en Colombia, historias tras las cortinas; entre transacciones, incertidumbres y resistencias. Ustrasd apuntó que “la mayor parte de la población ocupada en este sector son mujeres, habitantes de cordones de pobreza en las ciudades, la mayoría negras, y que han sido víctimas del conflicto armado”. Según las cifras de la OIT, en América Latina se encuentra el 37% del trabajo doméstico, en relación con el resto del mundo, lo que corresponde a 18 millones de habitantes donde el 93% son mujeres. En los países industrializados, las trabajadoras domésticas representan tan solo el 1% del mercado laboral, mientras que en América Latina y el Caribe representa el 27% del cual 77,5% está en la informalidad, es decir, 8 de cada 10 mujeres. Para el caso de Colombia, en el año 2016, la Gran Encuesta Integrada de Hogares dio como resultado que el sector doméstico empleó a 677.218 personas, correspondiente al 3,1% del total de ocupación nacional, siendo el 95% mujeres. Respecto al índice de ocupación, el 42% es femenina, del cual 7,3% se desempeña en el trabajo doméstico, es decir, 1 de cada 13 mujeres ocupadas en Colombia. El promedio de la edad de trabajadoras domésticas ha pasado de 38 años en 2010 a 42 años en 2016.  Además de las cifras de la OIT expuestas, la investigación presentó las historias invisibles porque el trabajo doméstico de las mujeres se realiza en el ámbito privado, cuyas transgresiones a los derechos laborales y humanos quedan ocultas de los ojos de quienes debieran controlar y vigilar: sendos testimonios sobre la pobreza o la violencia que las empujó al trabajo doméstico para poder sobrevivir, sin oportunidades de estudiar, aceptando por necesidad contratos verbales muchas veces engañosos con horarios extensos; sin la posibilidad de ejercer la maternidad o de lactar, excluidas de ofertas laborales por ser madres o despedidas por quedar embarazadas; sin redes de apoyo para el cuidado de sus propios hijos e hijas, quedando en riesgo o solos. Trabajadoras sin la dotación o implementos adecuados para su labor a merced de cualquier cantidad de problemas de salud; internas sin condiciones dignas, incluso confinadas a dormir en el suelo; tratamientos verbales y psicológicos violentos, acoso o violencia sexual.  Referencias despectivas o tratos hostiles por su color de piel… entre otras tantas situaciones, y aun así llegan a su casa a seguir trabajando con tareas del cuidado para sus hogares. La precariedad y las situaciones indignas del trabajo doméstico evidencian la deuda que tiene el legislativo respecto al cumplimiento de la Constitución Política de Colombia: no se ha desarrollado el Estatuto del Trabajo, misión que deberá llevar a cabo la bancada por la vida y por la Paz. Es imperativo pasar del reconocimiento de los problemas a las acciones para que las leyes superen los escritorios de los funcionarios y se conviertan en una realidad para los territorios, con el empoderamiento de la sociedad y la pedagogía para reivindicar los derechos de las trabajadoras domésticas. Ya se han obtenido logros parciales como la Ley 1788 de 2016 de la prima de servicios para los trabajadores y trabajadoras domésticos. Así mismo, es necesario desarrollar el Sistema Nacional de Cuidado, que garantice la educación para las niñas y los niños más pequeños, como el cuidado para las personas mayores, con perspectiva de género, étnica y de clase, comprendiendo los factores de discriminación social que persisten. El II Encuentro Nacional de Trabajo Doméstico terminó con una declaración de las organizaciones y mujeres aliadas, comprometiéndonos con nuestra firma a seguir luchando por la dignificación de esta labor y, en general, del trabajo del cuidado que en su inmensa mayoría es hecho por campesinas, afrodescendientes, indígenas, desplazadas, desterradas, migrantes y víctimas de violencias políticas, sociales, económicas, psicológicas, físicas, entre otras, trazando también como norte la conquista de  algo que es fundamental en la vida de las mujeres y que su ausencia se ha convertido en otra de las pobrezas del mundo: el tiempo libre.

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