octubre 12, 2024

Columnista digital

Unificar elecciones en un país en el que no se ha aprendido a votar

Andrés Polanía Sánchez Comunicador Social apolaniasanchez@gmail.com   Cursa en la Cámara de Representantes el proyecto de acto legislativo para la unificación del periodo presidencial con los mandatos de alcaldes, gobernadores, diputados y concejales. La iniciativa que tiene como bandera el empalme de los planes de desarrollo ha suscitado diferentes voces, pero la que más descuella es la muerte en su avance, pese a que ya fue aprobada en primer debate. Ahora bien, aparte de los análisis a grosso modo existe uno que es muy preocupante: la pedagogía electoral. En las elecciones de Senado y Cámara, por poner un ejemplo, los aspirantes invierten mucho de su tiempo explicando a las personas cómo votar, llegando incluso a “cambiarse el nombre” por un logo símbolo y un número en temporada de campaña.  ¿Cuáles serían las estrategias de los candidatos para hacer una pedagogía electoral en la que aseguren sus votos sin inducir a abandonar otros procesos de elección? Pese al tiempo invertido en pedagogía electoral por los equipos de campaña y los aspirantes, el porcentaje de votos nulos es alto; se evidencia entonces que aún los colombianos no han aprendido a votar o bien y que el manejo de los tarjetones les es dificultoso. Basta con mirar la página web de la Registraduría Nacional y evaluar algunas cifras de las pasadas elecciones para el Congreso de la República: 1.137.133 votos nulos y 871.444 tarjetones no marcados para el Senado, y 1.651.743 votos nulos y 544.006 tarjetones no marcados para Cámara. Cabría entonces preguntarse ¿cuáles serían los porcentajes de error cuando a los votantes se les entregue cinco o más tarjetones? ¿Cuáles serían las estrategias de los candidatos para hacer una pedagogía electoral en la que aseguren sus votos sin inducir a abandonar otros procesos de elección? ¿Incrementaría el porcentaje de abstención que hoy bordea el 55% para ambas corporaciones? Estas preguntas y sus aristas se responderían con una sola frase: incrementar la pedagogía electoral; pero vendría entonces la contra pregunta: ¿es justo para los electores estar en mítines políticos aprendiendo a marcar una tarjeta en vez de estar escuchando las propuestas del candidato o, mejor, planteando ideas de desarrollo para sus comunidades? Por su propio peso el acto legislativo se caerá y entonces será pertinente buscar un mecanismo nuevo para que los tiempos de elecciones permitan ejecutar los planes de desarrollo con una Ley de Garantías modificada y al unísono entre gobiernos central, regionales y locales.       

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El conflicto armado interno en Colombia sí existe

La firma del acuerdo de paz en 2016 fue un paso importante para terminar las acciones armadas con una organización que por más de 50 años estuvo al margen de la ley. Sin embargo, Colombia tiene varios grupos altamente organizados como el ELN, EPL, las AGC, la Oficina de Envigado y las disidencias de las FARC, que no se han desmovilizado y con los que una victoria militar se ve imposible en un futuro próximo. El conflicto armado sigue, con un actor menos, pero sigue, solo hay que preguntarles a las 38.490 personas desplazadas este año, si alguna vez creen que el país está o estará en paz; es a ellos a los que se les debe preguntar cómo está la situación actualmente. Para entender sus orígenes es importante mirar el contexto en que se ha desarrollado. Empecemos por lo básico, los conflictos armados en el mundo son clasificados de acuerdo a la convención de Ginebra de dos maneras; la primera, como conflicto armado internacional es cuando dos o más estados soberanos entran en disputa y recurren a la fuerza armada; la segunda, un conflicto armado interno o no internacional  “comprendería las acciones armadas en el interior de un Estado que dan lugar a hostilidades dirigidas contra un gobierno legal, que presentan un carácter colectivo y un mínimo de organización”.  “El conflicto armado es altamente territorializado, lo cual quiere decir que los que lo padecen en toda su intensidad son las comunidades en los albores de la nación” Es así como, en Colombia se llevan a cabo acciones armadas dirigidas contra un gobierno legal, como las que ocurren en la subregión del Catatumbo, el bajo Cauca, el pacífico nariñense y el departamento de Arauca, que dan muestras de actos dirigidos a instaurar un estado paralelo de control social y político, en contra del estado nacional constitucional. Las diferentes formas de control social consisten en la manera como el grupo armado controla el comercio, los medios de transporte e imparte reglas para el orden social y son a las que la comunidad acude en caso de disputas para que impartan justicia. Estas tecnologías de control social las podemos ver en diferentes lugares como El Tarra, Norte de Santander, EL Charco, Nariño, Rio Sucio, Chocó en donde existe un alto nivel de conflictividad entre organizaciones armadas legales e ilegales. El conflicto armado es altamente territorializado, lo cual quiere decir que los que lo padecen en toda su intensidad son las comunidades en los albores de la nación: los indígenas, las comunidades negras, los campesinos, que después de la desmovilización de la guerrilla de las FARC quedaron a merced de los nuevos grupos armados ya que el Estado en su totalidad no quiso hacer presencia social o militar. Últimamente la noción de conflicto armado interno ha pasado de moda, los problemas de seguridad son reducidos a exabruptos en pequeñas localidades lejanas del centro andino y político del país, lo cual genera un distanciamiento y una apatía nacional que aparta, enajena a las víctimas y las convierte en extrañas en su propio país.

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Periodismo del click, el que se vende por centavos de dólar

Andrés Polanía Sánchez Comunicador Social Aspirante al grado de especialista en Alta Gerencia   ¿Se desdibuja la función principal de editores y periodistas cuando hacen eco a una simple expresión coloquial y la vuelven tendencia que genera reacciones en las redes sociales? ¡Parece que sí! El pasado 9 de octubre, mientras en la sesión del Congreso se debatía el Presupuesto General para la vigencia 2019, hubo un momento en el que el presidente de la corporación, Ernesto Macías Tovar, concedió la palabra a un estudiante que estaba inscrito: Alejandro Palacio, y este, a su vez, sin informar, compartió el espacio con Jennifer Pedraza, quien tuvo tiempo de dar su punto de vista a la plenaria; no obstante, y como coincidencia, cuando empezaba las arengas a favor de la movilización estudiantil convocada para el 10 de octubre, se cerró el micrófono. El tiempo se había cumplido y el dispositivo enmudeció, como pasó con la gran mayoría de los senadores predecesores en la palabra. “Estamos fallando al informar la verdadera situación de lo que pasó en el Congreso”     Sin embargo, a petición del senador Juan Felipe Lemus, el presidente Macías le concedió a la estudiante Pedraza 30 segundos más de tiempo para redondear la idea, diciéndole “termine, niña”; una expresión coloquial que se escucha en diferentes regiones del país. Esta acción le valió al presidente del Congreso sendos titulares de prensa azuzados desde las redes sociales de cientos de influenciadores no partidarios del equipo político que Macías representa. Inclusive, los estudiantes Alejandro Palacio y Jennifer Pedraza fueron entrevistados en la mañana del 10 de octubre por varios medios de comunicación; situación que usaron como plataforma para, entre otros, deslegitimar la operatividad de la mesa directiva del Congreso en poco más de 80 días de funciones; ¡un poco apresurado!, ¿no? Ahora bien, el suceso podría haber pasado de largo, como otros tantos en el Congreso, de no ser por la viralidad en redes que han sabido usar todos los actores políticos, llámense partidarios o detractores del gobierno de turno. Y a su vez, los periodistas y editores, que saben usar estas situaciones para generar reacciones en sus redes sociales y contenidos en sus plataformas digitales. Cabe entonces preguntarse si periodistas y editores seguimos siendo quienes informamos a la opinión pública de los sucesos de importancia y relevancia nacional, regional y local o si más bien somos mercaderes en búsqueda de centavos de dólar por cada click, cada reacción o cada view en nuestras plataformas digitales. De ser los primeros, como la tradición nos lo inculcó en las aulas de clase, estamos fallando al informar la verdadera situación de lo que pasó en el Congreso. De ser los segundos, entonces nos equivocamos aún más, porque para buscar clicks existen otros oficios muy alejados del objetivo de informar bien.  

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¿Voto obligatorio y disminución de edad para votar?

Por Luis Arbey Ramos Arias. Abogado y asesor del representante a la Cámara Jhon Arley Murillo Benitez. La política concebida como el arte de servir es una de las vocaciones más nobles y altruistas que enaltecen al ser humano. Infortunadamente, la mayoría de sus actores pervirtieron los valores intrínsecos de la política, que no son otros que el amor y el servicio por la sociedad. Hoy, por el contrario, son los que se hacen llamar políticos los que, sin ninguna muestra de vergüenza, arrasan con estos valores. Esto ha ocasionado que exista un abstencionismo, una apatía, un desdén por ejercer el sagrado derecho al voto; y cuál es la solución que se les ocurre a los llamados “Padres de la Patria”: implementar el voto obligatorio y disminuir la edad para votar. Es decir, como dice el viejo adagio popular, “tras de ladrón, bufón”. “…ese elector debe ser un ciudadano consciente, informado, y por eso es absurdo querer rebajar la edad, solo por el desespero de conquistar más caudal electoral”. Después del primer y más grande derecho de un ser humano, como es el Derecho a la Vida, el segundo derecho que contribuye más a la realización como persona, es el Derecho a la Libertad. Si no hemos sido capaces como políticos de ganarnos la voluntad libre, espontánea y genuina del elector es precisamente por nuestro mal enfoque político, estamos hablando de paz y reconciliación entre grupos al margen de la Ley y el resto de los colombianos, con medidas obligatorias, violentando el sagrado Derecho a la Libertad. Sin duda alguna, en un futuro hablaremos de paz y reconciliación, entre los políticos y el ciudadano. Reflexionemos, por el amor de Dios, política es sinónimo de amor, de servicio. Si ejercemos la política como debe ser, recibiremos el beneplácito del elector, todos se regocijarán por participar y pertenecer a una actividad tan noble y altruista; de esta manera no tendremos que implantar medidas coercitivas que solo conllevan a un mayor distanciamiento entre el gobernante y los gobernados; ese elector debe ser un ciudadano consciente, informado, y por eso es absurdo querer rebajar la edad, solo por el desespero de conquistar más caudal electoral. Es cierto lo que expresó el senador Roy Barreras, hoy debido al internet los jóvenes son más pilos que años atrás, pero siguen siendo adolescentes y los adolescentes viven en su mundo de sueños, y la política no es un sueño, sino por el contrario, una actividad muy seria, que determina el rumbo de una sociedad. Pongámonos serios, actuemos conforme a la razón, entendamos que solo ejerciendo la política con seriedad y sinceridad encontraremos el rumbo que Colombia y el mundo necesita.       

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