La Villa del Atlántico despierta con el nuevo amanecer de un mes de abril y el sonido de las olas que se elevan en el mar Caribe, donde desemboca el río Magdalena, un digno cuadro de la puerta de oro de Colombia, hoy convertida en un gran centro comercial y turístico de la costa norte del país. En 1620, los prolongados veranos, como aún ocurre en la región, dejaron sin vegetación y sin agua a la población de Galapa, que logró, sin embargo, con el pasar de los años, consolidarse como un gran corredor industrial. Los ganados de los indígenas desaparecieron por la falta de alimento y una nueva ruta dirigió a los nativos a la tierra de “Sabanitas de Camacho”, donde las cumbias del pueblo currambero dieron empuje a la gente que se dedicó al comercio y a la agricultura.
La corona española le adjudicó los terrenos –donde hoy se levanta la ciudad- a Don Nicolás De Barros, que por ser tan pequeña le llamó “Barrancas o Barranquilla de San Nicolás”. El 7 de abril de 1813, el gobernador del Estado de Cartagena, Manuel Rodríguez Torices, después de perder a Santa Marta, se trasladó a la hoy capital del Atlántico, elevándola a la categoría de Villa. Su bandera entre el rojo que simboliza la sangre de los patriotas; el amarillo, el sol de la libertad y el verde, la esperanza de una patria digna, es el resultado de una ardiente tierra llena de empuje y pasión.
Es la esquina donde el río Magdalena se cruza con el mar Caribe, y donde Bocas de Ceniza ofrece un espectáculo natural inigualable que la ubica como una de las ciudades más bellas del país por sus hermosos amaneceres y su puesta del sol. Sus fronteras marítimas se definen entre la franja izquierda del tajamar occidental y los límites de Puerto Colombia, el segundo muelle más largo del mundo, considerado además un emblemático lugar por donde entraron actividades como el fútbol, traído por ingleses e italianos, que vieron está tierra como un remanso de esperanza y paz. Su zona fronteriza con el mar Caribe, le otorga el título de distrito portuario.
Un camino marcado por historias Las calles de la vieja Barranquilla, doradas por el sol y la arenilla, y el saludo de la ciudad al Magdalena, con sus muchos arroyos entre callejones, dejaban al pueblo en medio de montículos de tierra, por lo que sus habitantes comenzaron a llamarla desde entonces la “Arenosa”. Y es que desde que el presidente de la Nueva Granada, Tomás Cipriano de Mosquera, realizaba sus paseos, las calles se volvían polvorientas por la brisa que se levantaba mientras caminaba. El primero de diciembre de 1928, Elías Pellet da inicio al nacimiento de la industria radial en Colombia a través de su emisora, La Voz de Barranquilla. Desde aquellos estudios, 30 años después, las notas del Joe Arroyo desbordarían el talento del Caribe. No en vano, el artista la describió como una tierra linda y tropical en su canción ¡En Barraquilla me quedo!, que batió récord en ventas en su homenaje a la ciudad a través de su género musical. Con notas de colores y encanto, la arenosa con sus altas temperaturas, abre la puerta al desarrollo de Colombia, así empieza un viaje por la historia y el florecer de un país. En 1849, empezaron las exportaciones e importaciones de productos en el país. Fue así como la capital del Atlántico pasó de ser una pequeña población a la primera ciudad con puerto marítimo y fluvial en el siglo XIX. El ferrocarril, que se inauguró entre Barranquilla y Sabanilla en 1871, y que más tarde se conectaría con el muelle de Puerto Colombia, ayudó a su crecimiento económico. Los estancos, exclusivos locales comerciales de venta de licores, surgieron allí y luego el modelo fue copiado por el resto del país. Entre 1880 y 1885, la urbe fue pionera en prestar servicio de acueducto y llegaron los primeros equipos de telefonía. A partir de 1919, inicia el servicio del correo aéreo y arranca en firme de la Sociedad Colombo Alemana de Transportes Aéreos (Scatda), hoy conocida como Avianca.
Un canto a su cultura Con las flores de las bonitas batatillas, Jardines con noche de serenata, faroles bajo la lunita grata, Retretas de la plaza al camellón… Así le cantaba Esthercita Forero a Curramba, la bella, que con versos describía las adornadas calles del barrio El Prado, que fue la primera urbanización moderna de Colombia, declarado Bien de Interés Cultural de Ámbito Nacional. ¿Pero qué sería de los escenarios sin Shakira? ¿Que serían los Marlins de la Florida sin su gran Edgar Rentería? ¿Qué sería Hollywood sin la sonrisa de la Toti Vergara? ¿Qué sería de la salsa sin alguien tan atrevido e imaginativo como lo fue el gran Joe Arroyo? ¿O la moda sin la gran imaginación de Silvia Tcherassi? Por eso, quién la vive es quien la goza. Desde enero, se acerca el olor a carnaval, la multitud empieza armar la fiesta que hace bailar el alma del Caribe. Despierta la alegría y la fiesta se concentra desde el jueves lardero hasta el martes de carnaval con la muerte de Joselito, que las mujeres lloran sin parar. Con un mes de anticipación, los preparativos del festejo tradicional se toman las calles de Barranquilla y la creatividad sale a flor de piel, con imponentes carrozas y comparsas entrenadas meses atrás. El Carnaval es la fiesta cultural más importante de Colombia. Cada año esta ciudad caribeña se convierte en el escenario de expresiones folclóricas y musicales que dan rienda suelta al regocijo de propios y visitantes. Así vive Barranquilla y así celebra 207 años siendo ¡Curramba, la bella!