Luz Marina Gordillo
Concejala de Bogotá
La corrupción, la violencia, la pobreza, la inseguridad, el desempleo, el cambio climático y en general la pérdida de valores son las principales preocupaciones de las sociedades actuales, especialmente en países en vía de desarrollo, que pueden ser contrarrestadas si brindamos a toda la población educación de calidad y con cobertura universal. La base del progreso de cualquier país es la educación. Así lo afirmó el Banco Mundial cuando planteó los desafíos para un desarrollo verdaderamente sostenible.
El ingreso de Colombia a la OCDE ha desatado críticas en algunos sectores de la sociedad; sin embargo, en el campo de la educación es quizá donde mayores expectativas ha despertado, por cuanto debemos pensar en estándares semejantes a los países con los mejores sistemas de educación, independiente del estrato socioeconómico de los estudiantes, del lugar de residencia o el tipo de colegio al que asistan.
Por citar algunas cifras, la inversión pública en educación respecto al PIB que está cerca del 4,5%, deberá llegar al 5,6%. También se deberá mejorar la profesión de docente brindándoles mayores oportunidades de formación y actualización de conocimientos. Este no es un aspecto menor, la formación de los docentes es indispensable para pensar en educación de calidad.
“…es de vital importancia el compromiso de la comunidad educativa, es decir, que la formación de los estudiantes no esté a cargo de los docentes únicamente…”
En armonía con estos estándares, debemos reconocer que Bogotá ha tenido grandes avances durante los últimos años. Cobertura cercana al 98% de la población en edad escolar y una tasa de deserción escolar del 1,6%, lo confirman. Nos corresponde ahora trabajar en calidad.
En este aspecto es de vital importancia el compromiso de la comunidad educativa, es decir, que la formación de los estudiantes no esté a cargo de los docentes únicamente, sino incluir en este proceso a padres, comunidad en general y los propios estudiantes, para que entre todos se construya el Proyecto Educativo Institucional (PEI), el Manual de Convivencia y todos tengan la posibilidad de decidir cómo invertir los recursos de cada Institución Educativa porque, finalmente, son recursos de los estudiantes y para los estudiantes.
Con este propósito, vengo trabajando de la mano con varios padres de familia de diferentes colegios, comprometidos con la educación de sus hijos, preocupados por las problemáticas alrededor de los colegios y conscientes de la necesidad de trabajar en equipo. Este trabajo ha resultado realmente sorprendente y gratificante, pues viene despertando el interés de muchos mediante sugerencias e iniciativas construidas a partir de sus propias experiencias.
A manera de ejemplo, recientemente pusimos a consideración del Concejo de Bogotá un proyecto de acuerdo para institucionalizar, apoyar y fortalecer la red de emisoras estudiantiles, como un espacio de creación y crecimiento pedagógico, proyecto que surgió de un proceso de participación ciudadana en los colegios distritales. Esperamos que esta red crezca y logremos presentar nuevas propuestas a la Secretaría de Educación.